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#Críticaliteraria: Narración borrascosa y cumbre de la novela

La única novela de la joven e ilustre escritora, Emily Brontë, Cumbres Borrascosas, alberga una de las estructuras y puntos de vista más complejos de la historia de la literatura de la que me siento totalmente en deuda. Está narrada utilizando diversas personas narrativas, principalmente, primera y tercera persona y varios puntos de vista: por un lado, el visitante que desconoce toda la historia que esconde el paraje de las cumbres y, por otro, la doncella que ha vivido de cerca toda la trama y se la cuenta a éste.

A mi modo de ver el punto de vista es lo más importante de una novela, más que los recursos estilísticos, personajes e incluso que la propia historia, porque si el lector no se cree a quien narra los hechos, ninguno de los rasgos anteriores van a ser determinantes. Por eso es crucial saber antes de escribir o leer tener claro de poder responder a estas preguntas: ¿Quién la cuenta? ¿Por qué? ¿Es creíble que el narrador sepa todo de los perfiles y las historias que describe o por el contrario, la hace irreal y poco sincera? Para responder a estas preguntas he analizado una de mis obras preferidas y mejor conocidas por el público en general, Cumbres Borrascosas que para mí es un ejemplo de consistencia.

Esta enigmática novela me resulta tan singular por múltiples razones: su estructura, cronología, temas, personajes pero, sobre todo, por sus narradores. La obra toma de inspiración dos hechos reales acaecidos a finales del siglo XVIII muy cercanos a la escritora, por un lado, la historia de su abuelo paterno e irlandés, Hugh Brunty y, por otra, la de Jack Sharp, propietario de la escuela donde ella va a enseñar entre septiembre de 1838 y marzo de 1839 con su hermana mayor, Charlotte Brontë.  

Inspirada en su familia

Emily Brontë se inspira en su familia para mezclar ambas vidas y otorgar a su novela y protagonistas rasgos de realidad. Por su padre conocía, que el abuelo Brunty había vivido una historia sorprendente cuando era pequeño. Habiendo sido adoptado, sin su conocimiento, por un extraño hombre denominado El Galés, pasó toda su infancia creyendo que éste era su verdadero padre. Por su parte, El Galés había sido acogido por los Brunty años atrás tras encontrarle dentro de la embarcación que llevaba ganado entre Drogheda (Irlanda) y Liverpool (Gran Bretaña). En uno de esos viajes, el patriarca de los Brunty fallece sin que nadie encuentre al niño ni hallen un centavo de aquella transacción comercial.

Al cabo del tiempo, aquel muchacho fugado se convierte en El Galés, un hombre bien vestido que aparece ante los herederos de los Brunty para llegar a tratos con estos. Tras poseer a Mary, la hija menor de su padrastro, decide llevarse a uno de los nietos, Hugh Brunty, a cambio de educarle y mantener el secreto de su verdadera procedencia. Cuando el abuelo de Emily descubre su origen real se fuga de la casa y regresa al que dicen es su hogar. Allí explica a sus verdaderos padres las penalidades vividas con El Galés, alter ego de Heathcliff, el principal personaje de Cumbres Borrascosas.

A esta experiencia, la escritora sumará otra historia vivida de cerca, la leyenda que ronda la Escuela Law Hill, donde es contratada como maestra. Allí descubre que la vida de su propietario, Jack Sharp, también esconde un legado parecido al de su abuelo. Sobrino de John Walker será adoptado como hijo, algo que enfadará a su hermanastro y heredero quien le despojara de la hacienda tras morir John Walkeren 1771. Será entonces cuando Sharp destruya todos los recuerdos de familia, persuadiendo a sus descendientes a entrar en el mundo ruinoso del juego, quebrando su patrimonio y construyendo Law Hill al lado de la mansión de Walker. De la misma manera que su personaje principal, Heathcliff, hará con su hermanastro.

Con estos dos temas de partida, Emily Brontë reescribirá ambas historias para crear Cumbres Borrascosas, no sin antes resolver el gran dilema del narrador: ¿Quién contará la novela? ¿Cuál debe ser el punto de vista del relato? ¿Cómo conseguir dar credibilidad? Ella sabe que, por un lado, deberá tratarse de un personaje lo suficientemente ajeno a Cumbres Borrascosas como para extrañarse y sorprenderse de la soledad del páramo, su paisaje y sus hoscos habitantes y así poder describirlo ensalzando la atmósfera de frío y misterio que rodea al escenario, por eso descarta a sus protagonistas principales: ni Heathcliff ni Catherine pueden contarlo. Pero por otro, el narrador tendrá que ser lo suficientemente cercano para incluso desvelar conversaciones íntimas que han sido oídas, reveladas o mantenidas en absoluta confidencialidad.

Narradores fiables

¿Cómo lo resuelve? La solución a este nudo literario resulta ciertamente complicada y mucho más aún para una joven, Emily Brontë (1818-1848), que termina su obra cuando apenas cuenta con 27 años. Su elaboración parece cifrarse temporalmente mucho antes, a la edad de 21, teniendo en cuenta que no será hasta el verano de 1946 cuando empieza a circular por las manos de los editores y no se publicará hasta julio de 1847 por Thomas Cautley Newby (The Oxford Companion to The Brontë, Christine Alexander and Margaret Smith, 95, Ed. Oxford University Press).

Para resolverlo, la joven Emily utiliza dos narradores: uno el señor Lockwood, quien a la vez inicia y termina la novela en primera persona; y el segundo y más importante la ama de llaves, Ellen (Nelly) Dean, que contará este relato a modo de trovador, similar a Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, intercalando en la historia diálogos entre ella y el señor Lockwood, así como sus propias impresiones en primera persona, relatando casi toda la historia de los Earnshaw-Heathcliff-Linton en tercera persona. Pero la pregunta sigue vigente; ¿Convencen? Y la respuesta de nuevo, en mi opinión, es que sí. Lo veremos mas adelante.

Lugares enigmáticos

La historia, de todos es sabido, comienza cuando el personaje del señor Lockwood decide alquilar en 1801 La Granja de los Tordos a su propietario, el señor Heathcliff, morador de Cumbres Borrascosas. Para ello acude a su casa, que describe como una “residencia con una ventilación pura y salutífera” y donde “no hay más que ver la fuerza del viento del norte que sopla sobre la loma”. El paisaje cobrando vida como un personaje más que habla y cuenta.

Y allí es donde lee una inscripción en la fachada, de un apellido que no se parece en nada al de su casero: 1500. Hareton Earnshaw Al día siguiente, el inquilino Lockwood, volverá a Cumbres Borrascosas pero una gran nevada le impedirá volver a La Granja de los Tordos viéndose obligado a pasar allí la noche, donde protagonizará un fenómeno fantasmagórico.

Durante el duermevela despierta por el ruido producido por una rama al chocar contra el cristal y al abrir la ventana para cortarla, le agarra “una manita helada que le pide entrar. Al preguntarle su identidad, aquel ser responde que es el alma de Catherine Linton, quien lleva veinte años vagando, desde 1781. Intrigado por saber la identidad de aquella niña fantasmal que responde al nombre deCatherine Linton le cuenta a la ama de llaves de Catherine ese extraño suceso o sueño. Así terminará los tres primeros capítulos de la novela, narrados en primera persona.

A partir de la mitad del cuarto capítulo, el narrador Lockwood cederá el testigo a Ellen (Nelly) Dean, la ama de llaves, quien responderá a su curiosidad contándole la verdadera historia del lugar y de la familia. Ya en tercera persona, pero siempre con alusiones al momento en el que están narrando o escuchando la historia, Nelly Dean irá describiendo todo lo que ocurrió en Cumbres Borrascosas.

Personas narrativas

Como primer narrador e introductor de la trama, el señor Lockwood asume la figura ajena a ese mundo que necesita Emily Brontë para describir el páramo y construir el sentido enigmático de la novela que de otro modo no lo podría haber logrado mientras que la señora Dean, Nelly, consigue acercar al lector esa proximidad tan íntima. Pero puede una doncella contar algo con esa pulcritud, esa excelencia de palabra? Y la respuesta sigue siendo sí, por varios motivos, que Emily Brontë consiguió explicar en su magistral novela gracias a varias aclaraciones.

En primer lugar, en su novela, la autora aclara que la doncella es una mujer leída. A pesar de no ser instruida, ha leído toda la biblioteca. Además, ha vivido toda la historia en primera persona siendo en múltiples ocasiones confidente de los protagonistas; y por último, conserva pruebas, como la carta de la señorita Linton que envía pidiendo a su hermano volver a La Granja de los Tordos, residencia donde vivieron Edgar Linton con su esposa Catherine.

Teniendo en cuenta que una ama de llaves a mitad del siglo XIX no solía ser demasiado instruida, la propia autora, Emily Brontë, despeja esa extrañeza al aclarar en propias palabras del personaje su gusto por la lectura: “He leído más de lo que usted podría imaginar, señor Lockwood. No podría abrir usted un libro de esta biblioteca que yo no haya mirado y del que no haya aprendido algo. Claro está, salvo los de ese estante de libros en griego y en latín, o los de ese otro que están en francés”.

También por su relación con la familia Earnshaw desde su más tierna infancia: “Mi madre había criado al señor Hindley Earnshaw, que era el padre de Hareton, y yo me había acostumbrado a jugar con los niños…” y por ser la confidente de todos los protagonistas de la novela, Catherine, Heathcliff, Edgar e Isabella Linton.

De hecho, será a ella a quien Catherine le confiese su gran pasión por Heathcliff: “Mi amor por Linton es como el follaje de los bosques. El tiempo lo cambiará, bien lo sé, como el invierno cambia los árboles. Mi amor por Heathcliff es como la roca viva eterna sobre la que se levanta todo. No produce gran deleite, pero es necesaria. ¡Yo soy Heathcliff, Nelly! ¡Está siempre en mi mente, siempre! No como un deleite, como yo tampoco me deleito en mí misma siempre, sino como mi propio ser. De manera que no vuelvas a hablar de nuestra separación: es irrealizable”.

Será, por tanto, la narración de Ellen Dean la que otorgue el prisma de realismo en el espectral mundo de Cumbres Borrascosas, donde da la impresión de que los muertos viven y los vivos yacen muertos. El comportamiento de la ama de llaves se convierte, pues, en moralizante y ejemplarizante dentro de la puritana época Victoriana. Nelly Dean será quien le contará al señor Lockwood en su regreso a La Granja de los Tordos el final de la novela pero será él quien la termine en primera persona, tras su visita al cementerio: “Busqué las tres lápidas en la ladera contigua al páramo y no tardé en encontrarlas”.