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#Semblaza: Jane Austen en el #8M

Lola Fernández.- Ahora que se acerca el #8M, quiero reivindicar la figura de #JaneAusten como precursora de los derechos de la mujer. A pesar de que muchos ilustrados no han leído ningún libro de ella, tengo que decir que admiro a esta escritora de finales del siglo XVIII y principios del XIX por encima de otros célebres coetáneos suyos. Quizás sea porque en una época de hombres, donde una mujer soltera representaba lo peor de la escala social, ella supo encontrar su sitio. Quizás por su alto grado de ironía y gran capacidad para reírse de sí misma.

Lejos de la imagen sensiblera que ha llegado a nuestro tiempo, el perfil de esta británica universal responde más al de una revolucionaria que al de una adicta a las relaciones matrimoniales. Ni tan casamentera como transcendió en varias películas adaptadas, ni tan perversa o doppelgänger como los alter ego de sus propios héroes y heroínas. Si Austen destacó por algo fue por su autenticidad.

Frente al amor desesperado y suicida de Byron o Shelley, ella prefirió la armonía. Austen nació el 16 de diciembre de 1775 y murió el 18 de julio de 1817, casi al mismo tiempo que nacía el Frankenstein de Mary Shelley. Perteneció a una clase social a punto de desaparecer, la llamada pseudo-gentry, una especie de aristocracia rural, emparentada con la nobleza, cuyas costumbres se acercaban más a la inminente burguesía.

Tiempos de Revoluciones

Históricamente convivió con la Revolución Francesa y Napoleón, así como la Revolución Industrial, pero a parte de algunas pinceladas que aparecen en sus novelas, su obra no destacó por ser referente de grandes epopeyas o personajes históricos. Su tema fue más bien la intrahistoria. La vida de una madre, un hermano, una amiga, un vecino, con sus problemas, tareas cotidianas, buscando el sentido de sí mismos y haciéndose la misma pregunta que asola al ser humano desde tiempos inmemorables. Podremos algún día entendernos? ¿Dónde está Mr Darcy? ¿Dónde Mss Bennet? Ella jamás encontró al suyo.

Murió soltera a los 41 años a pesar de haber tenido dos proposiciones matrimoniales que al parecer rechazó o no le convencieron lo suficiente. Dicen que un episodio de amor truncado por el fallecimiento repentino de su pretendiente le afectó considerablemente hasta renunciar por completo al amor. Posteriormente, una enfermedad -se cree del riñón- la dejó agotada, con apenas fuerzas para acabar Persuasión, su última obra y la que mejor refleja ese sentimiento de aceptación del devenir.

Fue Cassandra, su hermana mayor y también soltera, quien la cuidó en sus últimos días. Con ella compartiría a través del género epistolar muchas de sus confidencias, que «Cas» como así la llamaba su querida Jane, decidió quemar en su mayoría tras el fallecimiento de Austen. Dejó sólo un centenar que hoy pueden leerse en la edición española de Época Editorial.

Del siglo XIX al XXI no sólo han transcurrido dos siglos sino un cambio radical en la forma de relacionarnos. Si bien el tiempo que Austen vivió era complejo para las relaciones sentimentales, dadas las limitadas comunicaciones, el protocolo social y los formalismos, hoy el apego a lo inmediato y el individualismo tampoco lo hacen sencillo.

Está claro que socialmente existía entonces una mayor desventaja para la mujer. Sin posibilidad de trabajar, salvo de ama de llaves, profesora o institutriz, al género femenino en ése tiempo no le quedaba otra alternativa que casarse o quedar expuesta a la pobreza.

A Austen eso le amargaba. Nunca quiso contraer matrimonio por conveniencia, así que perpetró una estrategia para obtener ingresos y ganarse la vida con lo que mejor sabía hacer: escribir. A pesar de ello, la publicación de sus primeros libros no le sirvió para vivir. Vendió su primera obra Northanger Abbey por sólo sólo 10 libras y tuvo que aceptar la generosidad de su hermano para retirarse a Chawton con su madre, hermana y cuñada. Posteriormente, los ingresos de sus siguientes obras fueron subiendo al tiempo que su propia proyección literaria hasta el punto que su novela Emma tuvo que dedicarla al entonces Príncipe Regente, George IV.

Jane Austen quedará para la posterioridad como la precursora de nosotros mismos. Mujeres y hombres independientes que no queremos que otros asuman el rol de mecenas.

Extracto de la Introducción de El amor en Tiempos de Tinder