Cuando terminé la novela El Pazo de Lourizán, muchos lectores me preguntaron cómo era posible que hubiera unido personajes tan dispares para enamorarse uno del otro, caracteres totalmente distintos con actitudescontrastadas ante la vida, como era el caso de Elena y Germán o Xoana y Aldo. Y lo cierto es que, al existir, me dieron la oportunidad de observar que las diferentes capacidades ratifican el refrán de “amores reñidos” que sustituiría por “amores distintos, enlaces fortalecidos” para conseguir una relación íntima y personal plena y duradera.
Y, por supuesto, no me refiero a pasar el día a la greña ni discutiendo, sino a las capacidades singulares que aporta cada uno a la pareja. Así, el silencio, una vida callada y sosegada de Elena, la madre de Lúa, contrasta con las voces, las risas y la exageración abrupta de Germán igual que la sencillez, valentía y autonomía de Xoana funciona a la perfección con la dependencia y, a veces, cobardía de Aldo.
Es también mi caso. Siendo tan emocional no soportaría pasar el resto de mis días con una pareja igual de intensa que yo. Necesito alguien más racional que sepa afrontar cada problema o circunstancia con parsimonia, sin acelerarse, ni llorar, alguien un poco más frío y que le resulte fácil ver lo bueno y lo malo de cada aspecto de la vida. Meu Galeguiño! Un matemático, biotecnólogo, informático, estadístico, ajedrecista que no se altera con nada, ya le pueden estar matando que él está absorto en sus pensamientos. A veces, ni me entero de que está en casa. En cambio otros aportamos la sociabilidad, el sentido del humor, los dramatismos, los llantos y aspavientos por cualquier cosa. Esa chispita sin la que el mundo sería mucho más aburrido.
No sé si a vosotras os pasa, pero a mí donde esté lo diferente que se quite todo. Y recalco, no se trata de enamorarse del doppelgänger ― ese vocablo alemán queen literatura se identifica con “el que camina al lado”, “el doble”, “el opuesto”, es decir, “el malo” para entendernos― sino el original… el único… el que un día se presenta ante ti totalmente desaforado porque ha recibido un jaque mate de su contrincante en el último minuto antes de salir a por las alianzas de la boda que habéis encargado… y no tiene fuerzas ni para acudir a la joyería, ni le importa, pero aun así lo hace.
Y con ello, demuestra su grandeza pese a estar viviendo el mayor desastre de la historia del ajedrez cuando a ti te importan un pimiento los ELOS (la puntación en ajedrez)y sólo piensas que te vas a casar sin alianzas…. Porque ser y sentir de modo diferente requiere empatía, compasión y comprensión aunque la mayoría de las veces ni lo entendamos. Exige ponerse en la piel del otro, en las ilusiones truncadas, en las frustraciones alteradas para entender el dolor, la desesperación de quien se ama, incluso el distinto sentido del humor.
Y no, no es fácil… porque los personajes de Elena y Germán no eran ficticios, no los construí para crear una novela de amor que encandilara a mis lectores; no tenían rasgos inventados ni imaginados sino que eran mis maravillosos padres con su ejemplo; a quien ví discutir en millones de ocasiones, enfadarse, regañar intentar convencerse mutuamente de que cada uno sostenía el criterio apropiado y a los que también observé ceder, unas veces uno… otras otro… tan diferentes entre sí, tan fortalecidos por una vida de compensación. Así evitaron la monotonía, el hastío, porque a veces cuando ella, Elena en la novela, enmudecía y se callaba mientras su mente y sus pensamientos vagaban por otra época y otros lugares lejanos, él, Germán en las páginas del libro, cogía su trompeta para sacarle una sonrisa…
Lola Fernández Pazos, autora de El Pazo de Lourizán
(Editorial HarperCollins Ibérica, Sello Harper F)